jueves, enero 19, 2006

El Cachete Lunar

El bigotudo que montaba algarabía era mi padre, aunque eso lo supe más tarde. A la que conocía de sobra, porque merendaba todas las tardes con ella, era a la osa, que llevaba un moño de pueblo que me volvía loco. La osa, en paz descanse, era Rosa y aunque luego me deleité torturándola con otros nombres, como mi osita Rosita u otros peores como Rosa la rencorosa, creo recordar que aquel 20 de julio de 1969 Rosa se meció en mis sueños con el nombre de Osa. Osa... sabía bien que aquella no era una tarde normal porque prolongó la siesta más de lo habitual y dejó que enmarañara su pelo al tiempo que pellizcaba sus tetas, que siempre me gustó. Tenía el sabor de sus pechos en mis dedos y los chupaba con rabia y embriagado por su olor a violetas, que, tras haber oreado sus sábanas, seguían columpiándose en mi cuna, como en un prado. Ana, mi hermana, celosa de la situación, me sacudió un cachete, que se estrelló en mis mejillas cual cohete. Y yo, que era un mocosete, empecé a llorar y a llorar... Todos, hipnotizados por la televisión, desoyeron mis llantos. Mi madre también lloró, pero por el cohete de la tele. Y la osa, que era muy tuna, dijo algo de la luna... Luego me llevó a la cuna.
Incluido en el libro de relatos "Cuánto Cuento"
Ediciones Acuman. 2.005
Reservados todos los derechos

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