Frente al río Ebro
Inmóvil en una blanca silla de Ikea
Atardecer de otoño
En mis labios
La rabia
De la invisibilidad del alma
Los versos negros
Y los poemas de sapo
El pecho ahogado por el reloj
Que va al galope
Por las horas muertas
Y por las siestas aplazadas
Mi corazón arrugado por el recuerdo maldito de un 25 de septiembre.
Mis manos llenas de adioses.
Te quiero, Pizarnik
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